Hace algunos años, Sandalio Gómez, profesor de Dirección de Personas en la Escuela de Negocios IESE, invitó a un catedrático de universidad a impartir una de sus asignaturas. Después de dos horas de clase, el invitado salió escandalizado. “¿Cómo es posible que los alumnos discutan tanto a un catedrático? ¿Es que aquí no hay ninguna autoridad?”. Después de un amplio debate, ambos llegaron a la misma conclusión: “El profesor no está para imponer teorías y conocimientos. Debe actuar como un ente que ayuda a sus alumnos a pensar, a descubrir”. “A menudo, esto en la Universidad oficial no ocurre”, lamenta el docente.
Hay números que ponen los pelos de punta. En España, 77 de cada 100 empresas no han contratado a ningún recién titulado universitario durante los últimos cinco años, según los datos del útimo Ránking Universidad-Empresa de la Fundación Everis. Sí, la crisis económica tiene algo que ver con cifras escandalosas, pero no sólo. El sistema educativo presenta otros males que, de no atajarse rápido, corren el riesgo de enquistarse, aunque acabemos saliendo del pozo.
“Existe un vacío enorme entre la Universidad y la empresa. La sensibilidad del mundo de los negocios dista muchísimo de lo que se enseña a los graduados”, asegura Andrés Moreno, responsable de la Universidad Corporativa de Everis, el centro de formación propio de esta consultora multinacional: “Al acceder al mundo laboral, los recién titulados se topan con una realidad desconocida”.
Según el mencionado informe, la honestidad y el compromiso ético son las competencias más valoradas por los empleadores. Capacidad de aprendizaje y adaptación al cambio, habilidades interpersonales y comunicación, análisis y resolución de problemas, orientación a resultados, conocimientos técnicos de la profesión y habilidad para trabajar en entornos multiculturales y multidisciplinares, innovación y creatividad son las palabras mágicas de las empresas para diferenciar a dos competidores por un puesto de trabajo.
Dar el salto al mundo empresarial no es fácil. Y menos para una generación que sufre un importante déficit en lo que a estas aptitudes se refiere. ¿La razón? “La educación superior está enfocada a un estudio demasiado memorístico”, asegura Moreno, y añade, tajante: “Esto tiene que cambiar”. Lo importante, para él, es “generar un espacio en el que la gente con ganas sea capaz de desarrollar sus propias ideas”. “Necesitamos iniciativas que nos ayuden a cambiar nuestra visión”, explica, y lleva la teoría a su propio día a día: “Nos resulta muy complicado encontrar a personas aptas para nuestra compañía dentro de la Universidad”…
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